Opinión

Los prejuicios y las etiquetas no nos definen

Los prejuicios encasillan a personas con cualidades que no las describen

Actualmente vivimos en un mundo de etiquetas, donde cada persona cumple una función por pertenecer a algún grupo de personas, por ejemplo, cuando las personas se refieren a las juventudes inmediatamente les dan características negativas como malandros, flojos, entre otros adjetivos degradantes.

Prejuicios.

Sin embargo, estos prejuicios son más notables en grupos vulnerables, como cuando se ven a personas con rezago social se hacen prejuicios sobre ellas calificándolas con defectos o asumiendo que son incapaces de realizar algunas actividades, ya sean técnicas o académicas, cuando no tienen relación.

Una de las frases que me ha tocado escuchar con frecuencia, haciendo a las personas indígenas incapaces de adquirir y manipular tecnologías, es: “vi a una tarahumara con un mejor celular que yo” o “bien que tienen celulares, pero no compran comida”, con estos invisibilizan que cada persona al final de cuentas es distinta.

Ser de un pueblo originario no es sinónimo de que nos dediquemos exclusivamente a trabajos en donde no se paga mucho, hay que entender que existimos personas de pueblos originarias que hemos salido a estudiar al igual que cualquier otra persona.

Ser indígena sin duda es especial, pero la sociedad nos ha encasillado y tiende a convertirnos en una especie de maravilla turística, a fuerza tenemos que portar nuestros trajes para que los de afuera vean cuán orgullosos estamos de ello, pero he decir que el orgullo no está en la vestimenta, sino en cómo nos identificamos con nuestra cultura, costumbres y rituales.

Asimismo, cómo entendemos a través de ella la naturaleza, los ancestros, la tierra, la milpa, el maíz, es algo muy arraigado de alguno de nosotros que venimos de las comunidades, pero no es obligación de todos centrarnos únicamente en ellas, porque como personas tenemos curiosidad en explorar otros conocimientos y tenemos las mismas capacidades de entenderlas y desenvolvernos dentro de ellas.

Por supuesto que cuesta entenderlo, como cualquier cambio que se produce en la vida, aprender el español es complicado, al igual que para quienes pretenden aprender otros idiomas. Movernos en las ciudades es igual de complicado, como cuando alguien decide cambiarse a otro país o estado. Nuestra pronunciación es distinta a la de las personas citadinas, al igual que se le complica a un extranjero pronunciar el idioma local.

Pues como personas que se han desarrollado hablando otro idioma, mejoramos otras capacidades lingüísticas. Tomemos en cuenta que si una persona durante toda su vida ha hablado el español, la pronunciación en alguna lengua indígena se le escuchará rara, pues no estará impuesta a ella.

Así que ser jóvenes no nos convierte automáticamente en individualista, materialista o malandros; tener pocos recursos económicos no nos convierte en flojos o ladrones, ni ser mujer nos convierte en débiles, así como ser indígenas no nos excluye de saber lo que ocurre en los avances tecnológicos.



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